Mayo: El mes de Las Queseras PARTE 1

Aquí empezó la historia de las maestras queseras, que con su saber hacer y tesón, transformaron una tradición familiar en este excelente producto que hoy todos podemos disfrutar.

No vamos a negar que estos años de pandemia han sido duros para el pequeño y tradicional negocio, pero lo que hemos sacado de positivo ha sido recordar y valorar los inicios de Rosario Castaño y que hoy queremos compartir con vosotros a través de varios capítulos. 

Esperamos que disfrutéis de esta preciosa historia sobre cómo se realizaba el queso tradicional de oveja en Herreruela de Oropesa. 
 

CAPÍTULO 1 - APRISCO

 

Me contaba mi abuelo Félix que durante el mes de mayo, que ya comenzaba el calor, era la época de quitar los corderos y se hacía un "aprisco" en el campo para el ordeño.
Durante tres semanas se hacía queso, dirigido por la señora o alguna hija y con la ayuda de una pastora o las empleadas.

Como pago por su trabajo, se le daba un "trasteso", que era: al pastor un día de leche por el ordeño y a la pastora la comida y una mañana de queso.

El transporte de queso al pueblo se hacía en carros de mulas entre juncia o helechos, que eran unas hierbas que nacían en los arroyos o los estanquillos, para mantener fresco el queso durante el viaje.

CAPÍTULO 2 - LAS QUESERAS 

Así empezaba el día en “las queseras”, que es como las mujeres llamaban a este periodo en el campo.
Mi abuelo tuvo cinco hijas: Ovidia, Cipriana, Antonia, Rosario (mi madre) y Ángela.
Cada una tenía su rutina diaria. Unas se encargan de la lumbre con leña y carrascas del monte. Otras de hacer el puchero, que era siempre con garbanzos con tocino, chorizo o morcilla y Cipriana, que era la mayor, era la maestra quesera.
Cipriana se encargaba de calentar la leche y de preparar el cuajo. La leche se calentaba en la parra de barro y se le iba dando vueltas hasta conseguir la temperatura adecuada y poner el cuajo. Luego, con mucho cuidado de que no se quemara, se tapaba con una manta.
Cuando hacía aire, se calentaba y cuajaba peor, por eso decían que se iba a dar mal el queso.
A los estómagos de cordero se les hacía tiras y dejaban que se secaran y luego lo usaban para cuajar la leche.
Para ver cómo iba la cuajada, con una vara de madera se hacía una cruz en el medio, brotaba el suero y cuando la cuajada se despegaba de las paredes de la parra, ya se sabía que la cuajada estaba lista para hacer el queso.
Se batía con un batidor de madera y luego se echaba la cuajada al “fardel” de tela y ahí se “esturaba”, que era presionar el fardel con las manos para que fuera saliendo el suero.
Luego, se volcaba la cuajada en el esprimijo de madera, se picaba con las manos y se iba metiendo en los cinchos. Con las manos, había que ir haciendo las cara, que era engomarlas con la temperatura de las manos y se presionaba despacito para terminar de sacar el suero.
La que tenía las manos más calientes, lo hacía más rápido y mejor. Mi tía Cipri siempre me decía que tenía las manos muy calentitas y que engomaba muy bien el queso.
Se solían hacer cinco o seis quesos por la mañana y por la tarde-noche, a la luz del candil.
Se terminaba prensando con la tabla y la piedra, se daban las caras con sal y cuando se quitaban los cinchos, se daban de sal los laterales. Luego, se ponía en tablas largas y se limpiaba todos los días.
Cada tres semanas, más o menos, se llevaba el queso al pueblo.

CAPÍTULO 3 - EL TRANSPORTE

El transporte del queso se hacía en mulas o en mulas con serones, dependiendo un poco de las cosas que tenían que transportar porque a veces se tardaban semanas en llegar al pueblo. 

Los quesos se metían entre juncia o helechos para mantener el queso fresco hasta su llegada. 

Mi abuelo fue nuestro primer maestro, le gustaba contarnos historias y moralejas para que aprendiéramos muchas cosas. 

Cuando nos veía corretear por el patio, nos llamaba y decía “Venid niños, que os voy a contar la sana y productiva costumbre de hacer queso y cómo aprendí este quehacer desde pequeño”

CAPÍTULO 4 - LAS CUEVAS

Cuando el queso llegaba al pueblo se guardaba en las cuevas, ya que era el lugar más fresco. 

Las cuevas estaban hechas de hornillas grandes y hornillas pequeñas.

En las hornillas grandes se guardaban las parras de hacer el queso y en las pequeñas se ponía la vajilla, los pucheros de barro, las barreñas, las jarras del gazpacho, de la miel que tenían dos asas o las jícaras del chocolate de las bodas. El suelo estaba hecho de tierra. 

Aprovechando esta historia, nos gustaría compartir con vosotros un poema que hizo mi tío Justino Chico, gran escritor de nuestra tierra, para describir la cueva. 

“Allí en las cavernas cóncavas
donde el sol nunca penetra, 
yo me asomo entre los goznes 
y contemplo sus riquezas. 

Las rústicas repisas conservan 
manjares sin prisas, aquí meloja,
ahí membrillo y dulce miel en el jarrillo. 

En arabescas hornillas reposa la lustrosa vajilla, 
barreña de habichuelas, cuenca de cachuela 
o tarra de madera gazpachera. 

Cuelga del techo el tablón con queso, 
chorizos y jamones, ciegos y morcones. 

El suelo terrizo acoge el tonel del vino,
cajón del tocino y tinajas repletas de queso, 
manjar divino.”

CAPÍTULO 5 - LOS UTENSILIOS

Los objetos que son parte parte de nuestra familia quesera que, después de 70 y 80 años de uso, aún los conservamos. Aunque el uso que se les está dando ahora es distinto, es más bien decorativo. 

Cuando se iban a las queseras, preparaban todas las cosas que iban a necesitar durante este periodo de tiempo y lo metían todo en el carro de mulas para el viaje. 

Se llevaban la parra de hacer el queso, la parra de calentar la leche, se llevan la manta rejaventana, se llevaban las cucharas, la vajilla para comer, ropa de aseo y sobre todo se llevaban pan, porque en el monte no tenían horno y en los pueblos sí que tenían en la casa horno y cocían el pan ahí. 

foto parra queso

Esta es la parra de hacer el queso, que como veis está vidriada y tiene dos trenzas delante. Esta parra pertenece a mi tía Ángela y la utiliza con un cristal como base para una mesa. 

Tiene una capacidad de unos 50 litros de leche y la parte que no se ve está más desgastada por su uso. 

foto cajón del tocino

Este es el cajón del tocino y la mesa tocinera que debía ser donde se partía normalmente el tocino salado. 

Encima de la mesa tocinera, tenemos una manta llamada “manta rejaventana”- Dice mi madre que la llamaban así por el dibujo que tenía- Esta se utilizaba para tapar la parra en la lumbre para que la leche se cuajara. 


Pronto os compartiremos el artículo con la segunda parte de la historia sobre la elaboración del queso en Herreruela.

Esperamos que esta primera parte de la tradicional historia os haya gustado. A nosotros nos encanta compartirla con todos vosotros y nos sentimos orgullosos de nuestra historia tan familiar y tradicional. 

Si esta historia te ha abierto el apetito y tienes interés en probar el queso tradicional, te invitamos a que visites nuestra tienda online y elijas el queso que más te gustaría probar. 
 
¡Hasta pronto! 

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